domingo, 1 de abril de 2012

© 2010 por Carlos Mauricio Iriarte
Samaritans only Ministry”
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La selección de un gobernante civil tiene las más variadas y profundas consecuencias para la vida de una nación, de una región y de una localidad, pues afecta no solamente aspectos culturales, espaciales, administrativos, normativos, sociales, políticos y económicos de los habitantes de un territorio determinado sino, que es lo más importante, concierne a la vida misma de cada uno de los que allí habitan.  Por eso, visto desde la óptica del individuo, la selección de un gobernante define, sin lugar a dudas, aspectos íntimamente relacionados con los servicios públicos, vivienda, educación, seguridad, movilidad, salud, infraestructura, nivel de ingresos y, en fin, su calidad de vida y su felicidad.

El propósito de Dios siempre fue gobernar Él directamente las vidas de los hombres, teniendo una relación de Amor con nosotros como Sus hijos profundamente amados y Su pueblo, sin ninguna clase de intermediarios.

Recordemos rápidamente lo que sucedió cuando Dios creó el cielo y la tierra.  El libro de Génesis dice que Dios creo todo y luego dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.  Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.  Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1).

Lo anterior quiere decir que Dios creó todo y luego le delegó la administración de todo ello al hombre para que gobernara (reinara, señoreara sobre) la creación según Su sabio consejo, pues Él estaba, permanentemente, espiritual y fésicamente, relacionado con su creación.  Note que en el capítulo 3 del Libro de Génesis, versículo 8, la Biblia dice que Adán y Eva “oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día”. (Subrado fuera de texto).

Mucho tiempo después de la caída, narran también las Escrituras que el pueblo de Israel, al cual Dios mismo había escogido, había dado Sus promesas y gobernaba directamente, quiso tener un gobernante (Rey) tal y como sucedía con los demás pueblos.  Vale la pena leer todo el pasaje: “Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel.  Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba.  Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.  Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.  Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró al  Señor.  Y dijo el Señor a Samuel: oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.  Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo.  Ahora, pues, oye su voz; mas protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos.  Y refirió Samuel todas las palabras del Señor al pueblo que le había pedido rey.  Dijo, pues: así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros.  Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras.  Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos.  Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos.  Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras.  Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos.  Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas el Señor no os responderá en aquel día.  Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: no, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras.  Y oyó Samuel todas las palabras del pueblo, y las refirió en oídos del Señor.  Y el Señor dijo a Samuel: Oye su voz, y pon rey sobre ellos…” (1 Samuel 8).

De ahí en adelante también hay gobernantes sobre el pueblo de Israel y sobre el pueblo de Dios, lo cuales hacen en esencia lo mismo, pues, tiempo después Jesús dijo que “los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad”. (Mateo 20:25 y Marcos 10:42).

Después vino la democracia y hoy la gran mayoría de los pueblos en el mundo eligen sus gobernantes civiles por voto popular.  Aclarando, eso sí, que Dios conserva su Soberanía y nunca la ha perdido sobre el universo: “Conmigo está el consejo y el buen juicio; Yo soy la inteligencia; mío es el poder.  Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia.  Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra.  Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan” (Proverbios 8:13-17).

Ciertamente, este escrito no se va a ocupar de analizar asuntos concernientes a la democracia o el poder civil, pues hay algo que nos interesa más y que, además, la elección de un gobernante civil no resuelve: ¡dónde pasaremos la eternidad!

Por eso, el tema no será político, aunque el título de este folleto así lo sugiera.  El tema de este escrito, aunque sí tiene que ver con una elección (ciertamente la más importante de su vida entera), es algo de mucho más evergadura, mucho más profundo y mucho más trascendental que el de la escogencia de un simple gobernante civil.  Este escrito trata sobre Aquel que desea ser el único Gobernante de su vida.  El Verdadero Gobernante.  El que reina para siempre.  Porque Dios nunca ha abandonado Su voluntad y Su propósito de gobernar nuestras vidas directamente.

Y la cosa es simple.  Sabiendo de antemano que nunca llegaríamos a salvarnos a nosotros mismos ni a merecer la vida eterna por nuestras obras, dada la naturaleza de pecado que entró al mundo con Adán, (“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” -Romanos 3, 23), Él, nuestro mismo Dios, creador del cielo y de la tierra, resolvió darnos esa salvación por gracia, es decir como un regalo (“porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.  No por obras, para que nadie se gloríe”- Efesios 2, 8), al hacerse Él mismo carne en la persona de Jesúcristo y habitar entre nosotros, realizando prodigiosos milagros, cumpliendo todas las profecías sobre Él escritas en el Antiguo Testamento, cumpliendo hasta la última tilde de la ley de Moisés, muriendo por nosotros y en lugar de nosotros (por usted y por mi, y en lugar suyo y mío) en esa cruz horrible del calvario; pagando definitivamente por nuestros pecados pasados, presentes y futuros, siendo enterrado y resucitando después de tres días en cuerpo glorioso y triunfador, y ascendiendo al cielo para hacernos morada de salvación y de vida abundante. 

Jesús, el Verbo, el Hijo Unigénito de Dios, el mismo e infinito Dios-Hombre (“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”- Juan 1:1), como recurso glorioso para salvarnos vino a habitar en este mundo como hombre, muriendo como pecador sin tener pecado, sólo para pagar el precio de la muerte que se merece todo pecador (¡como usted o como yo!); sufriendo la muerte de cruz establecida en aquel tiempo sólo para los malditos, con el único fin de llevarse con Él la maldición que pesa sobre todo pecador.  Isaías, en una de las profecías más impresionantes y conocidas sobre el Mesías escribió, apróximadamente ocho siglos antes de su nacimiento, pasión y muerte: “...Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; fue menospreciado y no lo estimamos.  Ciertamente llevó El nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios!  Más El fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados.  Por darnos la paz, cayó sobre Él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados.  Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros.  Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.  Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará?  Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.  Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.  Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.  Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.  Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.  Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo Él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”. (Isaías 53).

Que hermoso ¿no?  Nuestro Dios, grande y potente, creador de todo lo que existe, el que es, el que ha sido y será por los siglos de los siglos, el Alfa y el Omega, el principio y el fin, ya se entregó por nosotros, amándonos primero, ya consumó su plan de salvación en la propia persona de Su Hijo Unigénito y lo hizo sólo por usted y por mi, pues si solamente usted y yo, hubieramos existido en ese momento sobre la tierra Él hubiera muerto de todas maneras en nuestro lugar.

¿No le parece que hasta ahora hemos hablado de algo con lo cual estamos muy familiarizados?  ¡Claro!  Hemos oído esta historia muchas veces desde nuestra niñez, pero tal vez a usted le pase lo que me pasó a mi durante más de 40 años de mi vida.

Siempre hemos creído que hay un Dios, un único Dios. Que ese Dios creó el cielo y la tierra. Que es el gobernante del universo y que nada pasa sin su consentimiento.  Hemos oído de Jesús, hemos conocido de Él algunas historias, hemos sabido que los Evangelios de la Biblia hablan de Su Vida.  Pero nadie nos ha dicho o no hemos puesto el interés que debíamos cuando nos lo explicaron, cómo lograr tener una verdadera y pura relación con Ese Ser Creador, con Ese Dios que sabemos que existe o, en los peores casos, con Ese Dios que algunos no saben si existe o del cual algunos niegan su existencia.

Partimos de la premisa de Creer que Dios existe o, mejor que Dios es, así no entendamos eso en toda su plenitud.  Un sencillo ejemplo de lo que digo es lo que nos sucede con la luz.  No sé qué es la luz, no sé de qué está compuesta, no sé si son partículas u ondas, no sé porque viaja a la velocidad que viaja, no sé casi nada de ella.  Pero existe.  Es.  No sé como opera el sistema de una bombilla, cómo la energía eléctrica se convierte en luz, pero cuando llego a casa tengo fé absoluta que al oprimir el interruptor ¡la luz se enciende!

La Biblia dice que sólo los necios creen que Dios no existe y lo dicen (Salmos 14:1).  Pero también afirma que sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios (porque Dios ya se acercó a él) crea que ÉL ES, y que Dios es galardonador (da un salario gratuitamente) de los que le buscan (en adoración)" (Hebreos 11:6).

La Biblia también dice que Dios es el que nos creó a usted y a mí.  “Porque tú formaste mis riñones; me cubriste en el vientre de mi madre.  Te alabaré, porque formidable y maravillosamente me formaste; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.  No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra.  Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmos 139:13-16).

Lo siguiente es apenas lógico: si Dios verdaderamente existe, como verdaderamente existe, ¿qué debo hacer para tener certeza en mi corazón y en mi mente de Su existencia, para conocerle, para tener una relación con Él?

¡Sencillamente recibir a Su Hijo, enviado precisamente para que todo aquel que en Él crea tenga Vida Eterna!  Luego, le veremos porque esa es la idea de Dios el Padre: ¡creer primero para poder ver!  Por eso dicen las Escrituras que andamos por fe y no por vista.

Usted conoce la parte de la Biblia en la que Jesús dice que Él es el camino, la verdad y la vida y que nadie puede ir al Padre sino a través de Él.

Bueno, pues si usted cree sinceramente esto, lo puede confesar con sus palabras sin problema, y recibirle como Señor.

Algunos dicen de Jesús que el fue un Gran Profeta o que fue un hombre sabio, que fue un revolucionario, que simplemente fue un gran personaje histórico.  Pero Jesús es infinitamente más que todo eso.  El no sólo “fue” sino que es y será Dios por los siglos de los siglos.  Porque con Él, quien afirmó de varias maneras ser el Hijo de Dios, Dios mismo hecho carne, el Mesías esperado, no hay sino dos caminos: puede usted desecharlo como a tantos locos que dicen lo mismo en la calle o puede usted rendirse a Él que es el infinito Dios que se hizo hombre con el fin de salvarnos, recibiéndole en su  corazón como Señor y Redentor, sometiéndose a Su Reino, dejando que Él sea su Único Gobernante, siguiendo Su Sabio Consejo establecido en las Escrituras, dejando que Él mismo ponga Su Palabra por obra, alabándole, adorándole y agradeciéndole todos los días por todo.

Eso es lo que Dios quiere y espera de cada uno de nosotros: que Él pueda gobernar nuestra vida, es decir vivir Su propia Vida a través nuestro. 

Ahora que usted ha llegado hasta aquí,  sólo digéselo con una oración sencilla, en voz audible, con sinceridad de corazón:

Maravilloso Jesús: Te recibo en mi corazón como mi Señor y Salvador, como mi único Dios, resucitado y vivo.  Acepto, Jesús, el regalo hermoso de la vida eterna que me ofreces y eres Tú mismo, entendiendo que no te merezco ni puedo ganarte con mis obras.  Me rindo a ti completamente.  Confieso con mis labios que Tú, Jesús, eres Señor y creo en mi corazón que Dios te levantó de entre los muertos.  Me someto a Tu Palabra y te pido que gobiernes de ahora en adelante mi vida; que seas mi único gobernate.  Gracias por haberte hecho pecado en la cruz, gracias por haber pagado en la cruz todo mi pecado, por perdonarlo completamente y borrarlo de mi vida.  Gracias por haber venido a habitarme, quitar mi naturaleza de pecado y ser Tú mismo mi naturaleza e identidad.  Gracias por tu perfecto Amor.  En el nombre poderoso de Jesús.  Amén”.

Esto es lo más sabio, reconfortante y trascendental entre todo lo que ha sucedido hasta hoy en su vida.  Porque cuando uno elige a Jesús como Único Gobernante (dado que Él ya nos había elegido y vino, nos regeneró, nos habitó y nos dio SU Fe para poderlo confesar como Señor), Él empieza a cambiar nuestra manera de ver a los demás, nuestra manera de amar, de pensar, de hablar, de relacionarnos con Él.  Él empieza a restaurar nuestro matrimonio, nuestras relaciones personales, nuestra relación con las autoridades y nuestro corazón.  El empieza a revelarnos cosas insospechadas de Su naturaleza, a darnos vida abundante y, además, nos añade prosperidad integral.  ¡Él nos regresa al Original!

Él lo ha hecho con miles de millones de personas en el mundo y ¡claro que lo hará con usted!

No deje pasar esta oportunidad.  Como si el mismo Dios le rogara por medio mío, le ruego que se reconcílie con Jesús.  Ríndase a Jesús, deje que Él venga y lo convenza con una convicción que rompe todas las dudas y discusiones, deje que lo salve, permítale que haga maravillas en su vida, entréguele su existencia, póngala a sus pies y clame a Él para que ocupe el trono de su corazón como su Salvador personal, Redentor y Verdadero Gobernante.  Proclámelo con su boca como su Señor para que oriente cada detalle de su vida, póngalo en el centro de su existencia, fije sus ojos en Él.  Rendirse a Jesús no es una manera de vivir.  ¡Es la única manera de “vivir”!  Por eso Él dice que “esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree (pone toda su confianza) en Él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final”. (Juan 6: 40). 

Y, además de ese regalo precioso de la vida eterna Dios nos encima la potestad de gobernar desde nuestro interior en este mundo.  Mire y crea esta Palabra poderosa: 

"Pues si por la transgresión de uno solo (Adán) reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia".

Por cuanto le hemos recibido a Él que es la Gracia de Dios para la humanidad y para nosotros, y la justicia, reinamos, señoreamos, tenemos autoridad en este mundo, pues es Él en nosotros y a través de nosotros, Quien reina.

Y cuando Él vuelva a esta tierra (después de habernos encontrado con Él en las nubes y habernos llevado con Él para las bodas del Cordero) vendremos con Él a Gobernar durante mil años en esta tierra, y seremos testigos del triunfo final de nuestro Señor y la liberación total de la humanidad cuando el diablo sea echado al infierno donde también permanecerán eternamente la bestia y el falso profeta.  Veremos y gozaremos, entonces, del nuevo cielo y la nueva tierra. 

En ese momento el tiempo y las dimensiones que conocimos ya no serán.  ¡Estaremos en la eternidad!  Viviendo nuestra Vida plenamente, conociendo a Dios tal como Él nos conoce y con un gozo tan inefable y duradero que no podemos hoy imaginar. 

Por eso, amigo(a) lector(a) no espere a mañana, pues es claro que  no tenemos el poder para disponer con seguridad de un día más de vida en esta tierra.  Además recuerde que en este caso, por decirlo de alguna manera, el periodo de las “elecciones” es ya, pues aunque usted dispone de 24 horas al día, 7 días a la semana, doce meses al año para hacer esta elección, la misma Biblia dice que el día para recibir su Verdadero Gobernante es ¡ahora! (2 Corintios 6: 2).  Mañana o dentro de una hora o dentro de quince minutos puede ser, tristemente, demasiado tarde, de modo que si no hizo la confesión que leyó atrás, hágalo ahora y únase a la fiesta eterna del gobierno glorioso de la Gracia de Dios que se llama Jesucristo y que sólo dará, proveerá, amará y se gozará en seguir haciéndolo eternamente....